sábado, 26 de noviembre de 2011

La Ciudad de Tamaya (Tamajón)

Tamajón es un pueblo de la sierra Norte de Guadalajara, situado en el extremo meridional del macizo de Ayllón, en la Sierra del Ocejón y uno de los pueblos de obligado paso desde el valle del Jarama hacia la meseta Norte, por lo que constituía parte de la antigua ruta que unía la ciudad romana de Complutum (Alcalá de Henares) con Torrelaguna y ésta con Riaza y Ayllón, ya en Segovia. 


Se tiene constancia por restos cerámicos, óseos y grabados rupestres encontrados en diversos parajes del término de que la zona ya estaba habitada en el Paleolítico, pero no es hasta la conquista del Valle del Henares y Guadalajara por parte de Alfonso VI en el que se menciona Tamajón por primera vez en un documento.


En el siglo XIII, Tamajón paso de unos a otros señores reales, y fue Alfonso X, el sabio, en 1259 el que  que le concedió el privilegio comercial de derecho a mercado todos los martes de la semana, que aparece en una carta plomada que es el documento más antiguo que se conserva en el Archivo Municipal de Tamajón. Otra concesión fue hecha por Sancho IV y consistía en el privilegio de estar exenta de pago de portazgo al igual que el derecho a pastar en toda la sierra de las Ranas o sierra de Ayllón.

La economía de Tamajón en la Edad media se basaba en dos pilares: el comercio y la ganadería, aunque también tenían cierta importancia la agricultura y alguna pequeña industria.

En el siglo XIV Tamajón pasó a pertenecer a la familia de los Mendoza, hasta la desaparición de los señoríos, a principio del S. XIX.

Pero lo que hace peculiar a esta población es una leyenda que ha pasado de generación en generación entre los vecinos del municipio, que cuenta que hace muchos siglos hubo un asentamiento judío, denominado "Ciudad de Tamaya", y que de ahí se cree que proviene su dedicación al comercio. 


En el Libro "Tamajón en su historia" de Jurado Serrano, no se indica nada sobre el origen o la veracidad de la Leyenda de la "Ciudad de Tamaya" pero si menciona la existencia de población judía hacia finales del siglo XV cuya aljama dependía de Uceda y que podría estar en ese pueblo desde la edad media.


Según la leyenda, con la destrucción del segundo templo y de Jerusalén por parte de los romanos en el 70 d.c. y la segunda diáspora, parece que un grupo de judíos se instaló en la provincia romana de Hispania y fundaron la Ciudad de Tamaya donde ahora se encuentra el municipio de Tamajón.


El Académico Antonio Herrera Casado, comenta en su trabajo sobre Tamajón, la leyenda, pero indica que se carece de pruebas o documentos que puedan avalar este origen judío.


En el libro "Historia General de la Iglesia" de Berault-Bergatel, se indica que Tamajón podría ser Tamaya, pero la liga a la Leyenda de "La Mesa del Rey Salomón" de origen árabe.

lunes, 14 de noviembre de 2011

La Judería de Madrid (II): El Avapiés

Lo complicado de la comunidad judía de Madrid antes del siglo XIV es situar dónde pudo ubicarse. Como hablamos en la entrada anterior, hay autores que localizan una de las aljamas en torno a la plaza de la Cebada, otros o tal vez la misma, en los alrededores de la plaza de Tirso de Molina, otros autores sitúan la judería u otra judería en torno a Puerta Cerrada, y su perímetro lo formarían las calles Concepción Jerónima, Tintoreros y la plaza de Santa Cruz, donde se sitúa el ministerio de Asuntos Exteriores.Y otros en los aledaños del antiguo Alcázar Árabe (donde hoy estaría la plaza de Oriente y la plaza de Armas del Palacio Real).


El escritor asturiano Juan Antonio Cabezas en su  libro “Madrid y sus judíos” sitúa la que pudiera considerarse como la primera judería madrileña en el entonces llamado “Campillo de la Manuela” quue muy probablemente correspondería hoy a la plaza Campillo del Mundo Nuevo y sus alrededores como las empinadas calles de Carlos Arniches, Mira El Río Baja, Arganzuela y la de Mira El Sol. Es decir, en la zona baja del bullicioso mercadillo callejero conocido como Rastro Madrileño, que todos domingos se puebla de comercios a pie de calle con venta de ropa, muebles, rarezas y objetos de todo tipo, y tenderetes de música o libros y revistas o variedades, o álbumes de cromos. No sería entonces errar en atribuir en alguna medida al legado judío en la capital esa singularidad inequívocamente comercial, que contribuyeron a potenciar siglos atrás la población judía.

Como consecuencia de los mencionados hechos ocurridos en Sevilla (1391) y su rápida repercusión hacia el interior de la península, también en Madrid se obligó a los judíos a agruparse en zonas acotadas y claramente divisorias del resto de la ciudad. Y así se les obligó a concentrarse en el llamado, tan cercano, El Avapiés; hoy ejemplo de multiculturalidad social madrileña del Barrio de Lavapiés, muy próximo a la calle Atocha, y que baja desde la Plaza de Tirso de Molina y las calles Magdalena y Santa Isabel, como Embajadores a un costado.

Parece que el nombre de Lavapiés podría proceder de una fuente que había en la plaza, donde se hacía el lavado ritual de los pies antes de acudir al templo, aunque hemos de aclarar que esto es un dato que no corrobora la existencia de población judía, ya que los judíos no tienen por costumbre, a diferencia de los musulmanes, de lavarse los pies, es decir, realizar abluciones, antes de entrar en su templo. En cualquier caso, sí es cierto que en la plaza hubo una importante fuente hasta finales del siglo XIX.


Sobre el solar que hoy ocupa la triangular y peatonal plaza del mismo nombre, parece, según indica Juan Antonio Cabezas, se instaló la sinagoga principal; colindante a las actualmente mencionadas calle de la Fe, Salitre, Argumosa y Sombrerete. Es de suponer que por la vecindad con las calles antes aludidas en torno al Campillo del Mundo Nuevo, algunos vivieran ya en la zona obligada; a los que no, se les vendieron solares, obligándoles a vender sus antiguos domicilios y a instalarse en el actual Barrio de Lavapiés.



Ver Judería de Madrid en un mapa más grande


La actual Iglesia de San Lorenzo ocuparía el solar que antaño ocupaba la sinagoga, que se comunicaba con la plaza de Lavapiés a través de la calle que hoy se llama de la Fe, llamada entonces calle de la Sinagoga. En el año 1541 y tras la división de de la parroquia de Santa Cruz, nació la parroquia de San Sebastián. Dada su situación, esta parroquia fue una de las más importantes de la ciudad, por lo que el 21 de noviembre de 1662 se decide la creación de una iglesia anexa a la parroquia de San Sebastián para atender a la feligresía de Lavapiés, bajo advocación de San Lorenzo.




Se acotó así la población en una judería que podría denominarse claramente como Aljama de Madrid, y los mismos judíos tuvieron que levantar el cerco que circunscribió al recinto: Pudiera ser que desde la calle de Atocha y ocupando también las actuales Relatores y Cañizares; o muy posiblemente desde la Calle Magdalena y su prolongación Santa Isabel. Parte de esa abigarrada y vigorosa aljama de empinado trazo formaba la actual plaza de Tirso de Molina, y según algunos estudios, en lo que hoy corresponde a los Cines Ideal, se dispuso de otra Sinagoga.



Cerca de la calle del Salitre, en la ladera de Buena Vista, mirando al Santuario de Atocha, aparecieron vestigios de lo que pudo ser un cementerio hebreo (ya que no se encontraron en él objetos cristianos) previo a la expulsión de 1492. Los siglos han jugado en nuestra contra y han borrado los pocos vestigios que pudieran quedar, aunque tal vez con un futuro trabajo de tipo arqueológico en zonas como la calle de Atocha, calle Cañizares e incluso en la zona de Lavapiés pudieran aportar mucha más información.


Tal vez, a excepción de los médicos y algún notable, la aljama madrileña no  debía ser muy boyante, tal y como se deduce de la ley de Apartamiento que se promulga en 1481; va a tener que ser el Concejo el que deba aportar los medios materiales para ello. Existe un documento que nos dice:

“Otrosy, acordaron que, porque los judíos eran muy pobres e miserables y no tenían facultad para fazer casas e cercar el dicho su apartamiento, que la Villa les cerque de dos tapias en alto el dicho apartamiento.”

Además, los judíos madrileños contribuían de manera especial en todo tipo de derramas y tributos. Por ello, en 1482, ordenó el rey Don Fernando hacer un censo de judíos madrileños, “para cobrar dellos un castellano (480 maravedíes) de cada judío casado o biudo o biuda” para sufragar la guerra de Granada.

Hay constancia en varios documentos de algunos de los oficios que desempeñaban los judíos madrileños, por ejemplo, Abraén Cidre, carnicero que tenía una tabla de carne de vaca, Hayn Lerma, Mair de Curiel y Jucaf Barbaza, traperos y especieros, que obtuvieron licencia para vender fuera de los apartamientos, “que puedan tenerse sus tiendas e trato solamente de día en los lugares e tiendas do bien visto fuere al corregidor, tanto que de noche se vayan a los cercos y aparatamientos que tienen, a estar de noche con sus mugeres e hijos.”


Muchas familias judías vivieron en el barrio de Lavapiés hasta los días de la expulsión, en 1492. Sólo algunos judíos madrileños notables (especialmente los médicos) estaban autorizados a vivir fuera de Lavapiés, para que pudiesen auxiliar a sus enfermos durante la noche. La expulsión decretada por los Reyes Católicos dejó a Lavapiés y a Madrid sin judíos. Muchos años después, llegarían de nuevo algunos judíos de Lisboa, Egipto, Túnez y otros lugares de África.



Dicen quienes saben que el nombre de «Manolos» y «Manolas» procede precisamente de la propensión de los judíos conversos a ponerles a sus primogénitos el nombre de Manuel, con el que se bautizaron muchos judíos para escapar a la expulsión en 1492. Los nombres de «chulos» y «chulas» aseguran que no guardan un significado cercano parece que son palabras derivadas del árabe «chaul», que quiere decir muchacho y que se aplicaba a los auxiliares de los lidiadores de toros.

La denominación manolo y manola que se da a los castizos madrileños procedentes de Lavapiés, y rivalizaban con los chulapos y chulapas, procedentes éstos del barrio de Malasaña Hoy en día se suelen emplear ambos términos indistintamente para referirse a la gente vestida con el atuendo tradicional madrileño.