lunes, 19 de marzo de 2012

La Aljama de Cuéllar

Bajo la sombra del Castillo de los Duques de Alburquerque se encontraba la judería de Cuéllar (Segovia), ubicada entre la puerta de la Judería y la de San Andrés, y lindando al sur con la parroquia de la iglesia de San Esteban,  al norte con la muralla de la villa y el Hospital de Santa María Magdalena. La comunidad hebrea habitó Cuéllar al menos del siglo XIII hasta su expulsión, mediante el Edicto de Granada promulgado por los Reyes Católicos, en 1492.


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En 1290 se tiene la primera noticia documental, cuando la aljama de Cuéllar contribuyó al obispado de Segovia con 933 maravedíes, siendo al parecer, junto con la aljama de Coca, una de las menores de la provincia de Segovia. Al siglo XIII pertenece también el sello concejil de Cuéllar que se conserva en la actualidad en el Museo Arqueológico Nacional, y que fue realizado por los judíos de esta población.

En el reinado de Enrique IV de Castilla la aljama creció de manera importante hasta convertirse en una de las mayores de la provincia, pero por debajo en población de la existente en la propia Segovia. De esta manera los judíos de Cuéllar tributaban al obispado con 3.000 maravedíes, mientras que la judería de Pedraza lo hacía con 1.200, la de Fuentidueña con 1.000 y la de Coca con 700.
En el Libro “Censo de Población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI” de Tomás González, se recoge que en una copia del reparto original que se hizo a las Aljamas de judíos de la corona de Castilla del servicio que habían de pagar en el año de 1474, en el apartado correspondiente al Obispado de Segovia:  “El Aljama de los judíos de Cuéllar, sin los judíos de Iscar: tres mil maravedís. Los judíos que moran en Iscar: ciento é cincuenta maravedís”. El servicio que pagaba cada vecino o cabeza de familia era de 50 marevedís, por lo que se estima que en Cuéllar vivían unas 60 familias.





El 
nombramiento de Diego de Alba como corregidor de la villa impulsó el crecimiento de la población judía, aunque más tarde le valiera ser investigado por la Inquisición española, al acusársele de favorecer a esta comunidad, de participar en ceremonias religiosas y de ser descendiente de conversos. En su proceso inquisitorial durante el 1498, un fraile afirmó que con su llegada a Cuéllar el número de judíos aumentó de cincuenta a más de doscientos. Según la documentación del proceso del Licenciado y corregidor de esta villa, Diego de Alba,alega el procesado entre las causas de las enemistades contra él concitadas:
"que yo las quebranté (a los judíos) las puertas de la synagoga e las hize desrachar las puertas de la casylla donde tenian sus toras, e dende arrastrando con ellas saqué un judio que alli tenian escondido e llevele a la cárcel publica e después le embié al consejo, de que ovo grande sentymiento e grande llanto entre ellos...". [1] 

Poco antes de la expulsión de la comunidad en 1492, surgieron algunas disputas entre cristianos y judíos, y la justicia de Cuéllar llegó a irrumpir en la sinagoga en busca de un judío acusado de un delito. Además, se tiene constancia en documentos del azotamiento de un judío llamado Garçón, y del ahorcamiento de otro llamado Haron. Una vez cumplido el plazo marcado por los Reyes Católicos, son constantes las noticias de conversos, destacando el apelativo de la Cueva en sus apellidos, linaje propio de la Casa de Alburquerque.
Según testimonios obtenidos de los procesos de la Inquisición, en los años 1470 las relaciones entre la aljama y los demás vecinos no eran tan malas, ya que en Rosh Hashaná (Año Nuevo judío) muchos cristianos respetables de ese pueblo, del palacio del duque y de la villa solían acudir a la sinagoga, a fin de escuchar el sermón de "rabí Simuel, físico del sennor duque".



Dentro de los restos más destacados de la Judería de Cuéllar, está como único testigo, la puerta de la Judería, portillo de época medieval que comunicaba entre sí a dos de los tres recintos amurallados que componían la fortificación. Destaca por ser la puerta de menor tamaño del conjunto y por la ausencia de torreones y otros elementos defensivos. Está excavada directamente en el paño de muralla, sin que sobresalga del mismo, y tiene una anchura aproximada de dos metros; conserva aún los arranques en los que se sujetaba la puerta de madera que cerraba el acceso.


A partir del siglo XVII la muralla dejó de tener importancia militar, iniciándose un proceso de abandono que se alargó hasta el siglo XIX y que tuvo como resultado el hundimiento de parte de esta, así como remodelaciones modernas como pueden ser aberturas para puertas y ventanas de viviendas particulares, hecho que afectó simbólicamente al entorno y muralla de esta puerta, como se observa en las fotografías que se conservan de la época.



El edificio considerado como la sinagoga de esta aljama, se ubicaría posiblemente entre las calles de San Esteban y de la Magdalena, aunque no queda rastro de ella. 

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