jueves, 29 de marzo de 2012

La judería de Sepúlveda: El niño de Sepúlveda

Este suceso, que junto con el de “El Niño de La Guardia” (Toledo) y el de “Santo Dominguito del Val” (Zaragoza), forma lo que se ha dado a conocer como mitos de losniños mártires, muy típicos en la Europa medieval. Algunos historiadores incluso mencionan el  caso de “El Niño de La Guardia” como causa inmediata para que los Reyes Católicos firmaran el decreto de expulsión de los judíos, entrando ese niño,  rápidamente en el santoral y generalizándose su devoción con representaciones artísticas.
Durante la Edad Media fue estuvo bastante extendida la acusación a los judíos del sacrificio ritual de niños cristianos. Según las creencia cristiana popular se les torturaba imitando los castigos por los que había pasado Jesús por lo que la fecha idónea para realizarlos según estas creencias era durante Semana Santa o en Navidad, como si de una posible renovación de la muerte de Cristo fuese. Cualquier indicio de un niño desaparecido  y/o secuestrado durante esas fechas se convertía en asaltos o violencia sobre los barrios judíos.


Estos tres episodios no han sido excepcionales, pues se tiene constancia de otros casos a lo largo de toda la geografía peninsular y periódicamente las turbas se dedicaban a llevar a cabo estas matanzas cuando, por el motivo que fuese, se necesitaba un chivo expiatorio a quien cargar la culpa de lo que hubiera sucedido: desde desastres naturales a sacrificios infantiles imaginarios. Y a pesar de que las matanzas han dejado de celebrarse, el testimonio de la sangre de niños martirizados pervive aún en el fervor religioso popular.


El caso de “El Niño de Sepúlveda”, debe situarse además en un ambiente de desconfianza como era el de la guerra civil que vivía Castilla entre el Rey Enrique IV y su hermano Alfonso y que afectó directamente a la villa de Sepúlveda, con enfrentamientos entre los partidarios de uno y de otro, que pudieron ser el antecedente de la acusación y revuelta contra la comunidad judía del municipio.
El cronista Diego de Colmenares en su Historiade la insigne Ciudad de Segovia (1637), transmite el suceso:

Celebrábase tranquilamente por los cristianos la Navidad de 1468 cuando vino a turbar su quietud la irritante nueva de que los judíos de la Aljama de Sepúlveda, aconsejados por su rabino, Salomón Picho, habíanse apoderado de un niño cristiano, y llevándole a un muy secreto lugar, cometido en él todo linaje de injurias y violencias. Al fin, poniéndole en una cruz, habíanle dado muerte, a semejanza de la que al Salvador impusieron sus antepasados. Divulgado en tal forma el hecho, llegó luego a conocimiento del Obispo de Segovia, Don Juan Arias Dávila, judío converso, hijo del Contador Mayor de Enrique IV. Fiel a la política de los neófitos, apretó don Juan en el castigo de tal manera que, conducidos a Segovia los acusados, fueron hasta dieciséis entregados a las llamas, y puestos los restantes en la horca, después de ser arrastrados. No satisfizo, sin embargo, tan duro castigo a los moradores de Sepúlveda. Así, tomando las armas, al saber que el obispado se contentaba con tan poco, dieron de rebato sobre la judería, inmolando en sus propias casas a la mayor parte de sus moradores. Salváronse algunos en la fuga; pero al buscar asilo en las cercanas villas y aldeas, llevaban delante de sí la fama de su crimen, que despertaba en todas partes análogas sospechas y acusaciones.

Curiosamente, al contrario de lo sucedido con los dos casos de niños mártires nombrados al principio, el niño que murió en Sepúlveda no ha sido objeto de culto, ni siquiera en su lugar natal, y  tan sólo en un retablo barroco dedicado a San Blas, de la catedral  de Segovia, existe una representación pictórica, tan poco importante que su imagen está tomada directamente de la de Santo Dominguito del Val” 


martes, 27 de marzo de 2012

La judería de Sepúlveda

En el momento de su expulsión (1492) se documentan en la provincia de Segovia hasta cinco aljamas: Ayllón, Pedraza, Fuentidueña, Cuéllar y Coca, además de unas quince juderías que no llegaban a tener consideración de aljama como las de Maderuelo, Aguilafuente, Turégano, El Espinar, Riaza, Sotosalbos, Collado Hermoso y la de Sepúlveda.
Se tiene constancia de población judía en este municipio en torno al siglo XI, coincidiendo cuando comienza el auge comercial y la importancia política de esta villa, y en el que se le concede su protección y alto mando al Obispo de Segovia. Se puede decir que la prosperidad política, económica y cultural de Sepúlveda durante la alta edad media se debió por una parte a su valor estratégico que disminuyó al alejarse hacia el sur la guerra contra los musulmanes y por otra a la prolífica convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos.



Llegó a tener su mayor apogeo en el siglo XIII, cuando Fernando IV concedió un fuero, el más liberal marco legislativo de todos los reinos peninsulares y que, según Gautier-Dalche,  hicieron de la villa “une sorte de petite république semi-rurale”. En este fuero se otorgaron por primera vez, junto con el de Castrojeriz y el Código de los Usatges (en el que aparecen varias disposiciones que se ocupan de proteger a los judíos del Condado de Barcelona), diversos privilegios y un reglamento de las condiciones de vida de los judios. Bajo esta situación jurídica que definían la personalidad de la villa, fue regulada la comunidad judía de Sepúlveda durante 400 años,  permitiéndose ciertas singularidades y privilegios respecto al resto de los judíos del reino. Destacar entre ellos el tener el cementerio intramuros,  el usar los mismos jueces que  los cristianos, o  el cobrar las sanciones económicas que en los juicios se les asignaba. Ni tan siquiera se les excluía de ser vecinos como sucedía con los moros;  pero en el Fuero también quedaron legislados asuntos como el que ninguna cristiana podía ser nodriza de un niño judío, bajo pena de ser azotada y expulsada del pueblo, el prohibir a los judíos el comprar carne durante tres días en las fiestas de Pascua, Tabernáculos (Shavuot) y Navidad, a no ser que fuera de cabra o la de no tener relaciones con mujer cristiana bajo condena de morir bajo garrote vil y ella a ser quemada.



Aún así, la judería de Sepúlveda no llegó a tener demasiada importancia, comprobándose que los impuestos pagados por esta comunidad ascendieron a montos de 200 maravedíes (tan sólo en el Obispado de Segovia, juderías como en la de Pedraza se recaudaban hasta 2000 maravedíes, 2500 en la de Cuéllar y hasta 11000 en la de Segovia) , y  sólo en una ocasión ascendió a la cantidad de 5.046 maravedíes por el martirio que sufrió un miembro de la comunidad.
La convivencia o más bien tolerancia de la que hablamos anteriormente, se fue perdiendo a medida que se fue entrando en la baja edad media, hasta la desaparición de  la comunidad judía durante 1468, con el suceso conocido como del “Niño de Sepúlveda”, en la que se ejecutaron hasta 16 judíos hallados culpables del crimen, y terminó con el asalto de la población cristiana a la judería Sepúlvedana animados por lo que la población consideró una condena demasido leve por el entonces Obispo de Segovia, Don Juan de Arias Dávila, hijo de conversos, cobrándose aún más víctimas. Desde esta fecha, el barrio judío de la villa prácticamente quedó despoblado, huyendo sus habitantes hacia otras juderías o aljamas que les proporcionaron mayor seguridad, como la de Segovia o la de Cuéllar. Véase aquí la posible conexión con el aumento de población en Cuéllar durante estos últimos años del siglo XV antes de la expulsión.




De la Judería de Sepúlveda al igual que ocurre con la de Cuéllar, tan sólo queda una puerta o portillo que atestigua lo que queda de la presencia judía en esta población, formada por tres arcos apuntados en piedra caliza y que más tarde fueron adornados con tres esferas de granito. Esta puerta da paso al llamado Barrionuevo, al suroeste de la población, encaramado sobre las rocas de Sopeña, una defensa natural a modo de muralla sobre el río Caslilla y la cual se tiene constancia que ha sido habitada desde al menos el Neolítico.

Ver La Judería de Sepúlveda en un mapa más grande

lunes, 19 de marzo de 2012

La Aljama de Cuéllar: Abraham Simuel

Abraham Simuel, Rabino de la sinagoga de Cuéllar y mayor de Castilla, y además de uno de los personajes más brillantes de éste reino durante el siglo XV. Tanta fue su fama, que se decía que llenaba la sinagoga de cristianos viejos, como así queda documentado durante el Rosh Hashaná de 1470.


Fue médico de Don Beltrán de la Cueva, valido de Enrique IV de Castilla y primer Duque de Alburquerque, y un gran filósofo, tanto que durante sus sermones, discutía y razonaba sobre esa ciencia y no sobre cosas de sus religión, de ahí que también los cristianos, incluso aquellos que presumían de ilustrados,  podían escuchar sus palabras. Fue íntimo amigo de Isaac Abravanel, uno de los banqueros de Isabel la Católica.

La Aljama de Cuéllar

Bajo la sombra del Castillo de los Duques de Alburquerque se encontraba la judería de Cuéllar (Segovia), ubicada entre la puerta de la Judería y la de San Andrés, y lindando al sur con la parroquia de la iglesia de San Esteban,  al norte con la muralla de la villa y el Hospital de Santa María Magdalena. La comunidad hebrea habitó Cuéllar al menos del siglo XIII hasta su expulsión, mediante el Edicto de Granada promulgado por los Reyes Católicos, en 1492.


Ver Judería de Cuéllar en un mapa más grande


En 1290 se tiene la primera noticia documental, cuando la aljama de Cuéllar contribuyó al obispado de Segovia con 933 maravedíes, siendo al parecer, junto con la aljama de Coca, una de las menores de la provincia de Segovia. Al siglo XIII pertenece también el sello concejil de Cuéllar que se conserva en la actualidad en el Museo Arqueológico Nacional, y que fue realizado por los judíos de esta población.

En el reinado de Enrique IV de Castilla la aljama creció de manera importante hasta convertirse en una de las mayores de la provincia, pero por debajo en población de la existente en la propia Segovia. De esta manera los judíos de Cuéllar tributaban al obispado con 3.000 maravedíes, mientras que la judería de Pedraza lo hacía con 1.200, la de Fuentidueña con 1.000 y la de Coca con 700.
En el Libro “Censo de Población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI” de Tomás González, se recoge que en una copia del reparto original que se hizo a las Aljamas de judíos de la corona de Castilla del servicio que habían de pagar en el año de 1474, en el apartado correspondiente al Obispado de Segovia:  “El Aljama de los judíos de Cuéllar, sin los judíos de Iscar: tres mil maravedís. Los judíos que moran en Iscar: ciento é cincuenta maravedís”. El servicio que pagaba cada vecino o cabeza de familia era de 50 marevedís, por lo que se estima que en Cuéllar vivían unas 60 familias.





El 
nombramiento de Diego de Alba como corregidor de la villa impulsó el crecimiento de la población judía, aunque más tarde le valiera ser investigado por la Inquisición española, al acusársele de favorecer a esta comunidad, de participar en ceremonias religiosas y de ser descendiente de conversos. En su proceso inquisitorial durante el 1498, un fraile afirmó que con su llegada a Cuéllar el número de judíos aumentó de cincuenta a más de doscientos. Según la documentación del proceso del Licenciado y corregidor de esta villa, Diego de Alba,alega el procesado entre las causas de las enemistades contra él concitadas:
"que yo las quebranté (a los judíos) las puertas de la synagoga e las hize desrachar las puertas de la casylla donde tenian sus toras, e dende arrastrando con ellas saqué un judio que alli tenian escondido e llevele a la cárcel publica e después le embié al consejo, de que ovo grande sentymiento e grande llanto entre ellos...". [1] 

Poco antes de la expulsión de la comunidad en 1492, surgieron algunas disputas entre cristianos y judíos, y la justicia de Cuéllar llegó a irrumpir en la sinagoga en busca de un judío acusado de un delito. Además, se tiene constancia en documentos del azotamiento de un judío llamado Garçón, y del ahorcamiento de otro llamado Haron. Una vez cumplido el plazo marcado por los Reyes Católicos, son constantes las noticias de conversos, destacando el apelativo de la Cueva en sus apellidos, linaje propio de la Casa de Alburquerque.
Según testimonios obtenidos de los procesos de la Inquisición, en los años 1470 las relaciones entre la aljama y los demás vecinos no eran tan malas, ya que en Rosh Hashaná (Año Nuevo judío) muchos cristianos respetables de ese pueblo, del palacio del duque y de la villa solían acudir a la sinagoga, a fin de escuchar el sermón de "rabí Simuel, físico del sennor duque".



Dentro de los restos más destacados de la Judería de Cuéllar, está como único testigo, la puerta de la Judería, portillo de época medieval que comunicaba entre sí a dos de los tres recintos amurallados que componían la fortificación. Destaca por ser la puerta de menor tamaño del conjunto y por la ausencia de torreones y otros elementos defensivos. Está excavada directamente en el paño de muralla, sin que sobresalga del mismo, y tiene una anchura aproximada de dos metros; conserva aún los arranques en los que se sujetaba la puerta de madera que cerraba el acceso.


A partir del siglo XVII la muralla dejó de tener importancia militar, iniciándose un proceso de abandono que se alargó hasta el siglo XIX y que tuvo como resultado el hundimiento de parte de esta, así como remodelaciones modernas como pueden ser aberturas para puertas y ventanas de viviendas particulares, hecho que afectó simbólicamente al entorno y muralla de esta puerta, como se observa en las fotografías que se conservan de la época.



El edificio considerado como la sinagoga de esta aljama, se ubicaría posiblemente entre las calles de San Esteban y de la Magdalena, aunque no queda rastro de ella. 

lunes, 12 de marzo de 2012

La Judería de Segovia: La Necrópolis judía de "El Pinarillo"

Volviendo por la calle del Socorro hacia el Arco de San Andrés, vamos camino del último punto de interés en el itinerario propuesto para la visita de la Judería de Segovia. Salimos fuera del recinto amurallado y seguimos por la calle de San Valentín o cuesta de la Hontanilla, la que en la bifurcación sale a la derecha, para ir bajando hasta que la fila de casas se termina, donde observamos como se nos abre el valle del Clamores y se nos invita a seguir por una serie de rampas y escaleras hacia el fondo del valle. En el caso de seguir bajando por la calle de San Valentín, llegaríamos al Barrio de San Millán (Antigua morería), y cruzaríamos el Clamores a través del puente del “Sancti Spiritu”, por donde podríamos alcanzar nuestro destino siguiendo la carretera hacia la derecha, pero esta última opción no es aconsejable al carecer de vía y espacio suficiente para los peatones.




Si optamos por la primera opción, iremos bajando por el camino habilitado recorriendo el mismo camino que hacían los cortejos fúnebres, atravesando el espacio natural restaurado y destinado para el disfrute de los ciudadanos donde, antes había pequeñas huertas, y cruzaremos por el llamado puente de 'La estrella', para seguir de nuevo, esta vez por un camino ascendente hacia el otro lado del valle. Para llegar hasta el "El Pinarillo", un lugar de repoblación del Siglo XIX con pinos piñoneros, se salva la carretera o Cuesta de los Hoyos con un túnel peatonal que nos deja a la entrada misma del cementerio donde una placa nos sirve de guía y explicación de esta zona. 




El “Pinarillo”, “Peñas del fonsario de los Judíos” o como se denominaba hasta el 1857 “Prado Santo”, a pesar de abandonarse hace más de cinco siglos, se ha habilitado para fines turísticos y de estudio, siendo hoy día un parque público de visita libre. Debido a la ausencia de losas, lápidas o ladrillos funerarios, con restos epigráficos relacionados con la necrópolis y de otro tipo de detalles, debido a la sobriedad de los enterramientos del pueblo judío, ha sido difícil datarlo cronológicamente, aunque si que se puede asegurar que su uso fue abandonado tras la expulsión en el siglo XV. 



Tras varias campañas de excavación sólo se han localizado clavos de hierro con fragmentos de madera, algunas monedas, una de ellas un dinero de vellón emitido por Alfonso VIII entre 1170 y 1212; tres zarcillos de plata, uno de ellos con una pieza esférica de bronce y restos cerámicos, sin embargo, poco esclarecedores para la datación de la necrópolis. No se ha podido detectar ningún resto del muro que normalmente cerraba el espacio del cementerio ni de la pequeña construcción que habitualmente se localizaba a la entrada y que era utilizada para algunas acciones propias del rito mortuorio.

La antigua comunidad judía, a la hora de realizar los enterramientos, aprovechó el suelo de roca caliza de esta ribera del Clamores para realizar dos tipos de sepulcros, uno aprovechando cuevas y huecos en la misma roca, ampliadas y acondicionadas en muchas ocasiones con corredor de acceso (Hipogeos) y con la altura necesaria para que una persona pueda estar de pie en su interior (altura máxima, 160 m), y el segundo a fosas antropomorfas excavadas en la superfice de la roca. Hasta el momento se han contabilizado hasta 26.

En las fosas antropomorfas, de los que se conocen hasta 50, se encontraron esqueletos intactos, en posición supina o boca arriba mirando a oriente, con la cabeza mirando hacia Jerusalén, cabeza al oeste y pies al este, con un hueco para la cabeza y hombros del cadáver y otro para el cuerpo o simplemente un hueco trapezoidal o de bañera para todo el cuerpo.

La ubicación de esta necrópolis en el Pinarillo se debe a la exigencia en el Talmud de que los sepelios se realicen en tierra virgen extramuros de los núcleos de población, frente a la costumbre cristiana de aquella época del enterramiento en las iglesias. La obligación de enterrar a los muertos en la tierra tiene su origen en el Génesis (Gn 3:19) “Pues polvo eres y al polvo volverás”.

El análisis antropológico de los restos exhumados, aunque poco numerosos para poder establecer conclusiones fiables, ofrece interesantes datos: un número importante de los individuos estudiados presentan edades muy tempranas, lo que parece reflejar una elevada mortandad infantil. De los individuos adultos, varios presentan una considerable robustez, fundamentalmente en los miembros superiores, quizá relacionados con actividades en las que se requería un importante esfuerzo físico. En cuanto a las estimaciones de estatura, ofrecen resultados entre 1,60 m y 1,75 m en los varones y entre 1,50 m y 1,70 en las mujeres, considerados altos en el marco de las poblaciones medievales.

Desde el Pinarillo podemos disfrutar para finalizar la visita a la Judería de Segovia de las vistas de la muralla y del caserío de todo el recinto amurallado. 




La antigua comunidad judía, a la hora de realizar los enterramientos, aprovechó el suelo de roca caliza de esta ribera del Clamores para realizar dos tipos de sepulcros, uno aprovechando cuevas y huecos en la misma roca, ampliadas y acondicionadas en muchas ocasiones con corredor de acceso (Hipogeos) y con la altura necesaria para que una persona pueda estar de pie en su interior (altura máxima, 1'60m), y el segundo a fosas antropomorfas excavadas en la superfice de la roca. Hasta el momento se han contabilizado hasta 26.




En las fosas antropomorfas, de los que se conocen hasta 50, se encontraron esqueletos intactos, en posición supina o boca arriba mirando a oriente, con la cabeza mirando hacia Jerusalén, cabeza al oeste y pies al este, con un hueco para la cabeza y hombros del cadáver y otro para el cuerpo o simplemente un hueco trapezoidal o de bañera para todo el cuerpo.



La ubicación de esta necrópolis en "El Pinarillo" se debe a la exigencia en el Talmud de que los sepelios se realicen en tierra virgen extramuros de los núcleos de población, frente a la costumbre cristiana de aquella época del enterramiento en las iglesias. La obligación de enterrar a los muertos en la tierra tiene su origen en el Génesis (Gn 3:19) “Pues polvo eres y al polvo volverás”.

El análisis antropológico de los restos exhumados, aunque poco numerosos para poder establecer conclusiones fiables, ofrecen interesantes datos: un número importante de los individuos hallados presentaban edades muy tempranas, lo que parece reflejar una elevada mortandad infantil. De los individuos adultos, varios presentan una considerable robustez, fundamentalmente en los miembros superiores, quizá relacionados con actividades en las que se requería un importante esfuerzo físico. En cuanto a las estimaciones de estatura, ofrecen resultados entre 1,60 m y 1,75 m en los varones y entre 1,50 m y 1,70 en las mujeres, considerados altos en el marco de las poblaciones medievales.


Desde el Pinarillo podemos disfrutar para finalizar la visita a la Judería de Segovia de las vistas de la muralla y del caserío de todo el recinto amurallado. 



lunes, 5 de marzo de 2012

La Judería de Segovia: La Leyenda de María del Salto

Entre las diversas leyendas de la ciudad de Segovia que se han ido forjando a lo largo de su historia, esta de María del salto o la Mari Saltos, es junto a la de la profanación las dos únicas con cierto carácter antijudío, propias de los siglos XIV y XV, aunque ésta de María del Salto es un poco anterior, pues el mismísimo rey Alfonso X "El Sabio" le dedica la cántiga 107:


Cuenta la leyenda que vivía en la ciudad una judía llamada Esther, que decidió dejar sus creencias judías y abrazar la fe cristiana. Por esta razón los judíos la acusaron de adulterio, y tras el juicio, quedó sentenciada a ser despeñada desde la cima de las Peñas Grajeras, una cortado sobre el río Eresma donde es posible contemplar la ciudad, para cumplir la condena.




En el momento de ser arrojada al vacío, atada de pies y manos, la judía Esther imploró a la virgen de la Fuencisla, por su salvación, mirando hacia la catedral, donde sobre la puerta había una imagen suya.
Una vez fue lanzada, cuenta la leyenda que una fuerza celestial la sujetó y la dejó suavemente en el suelo, salvándose, por tanto. Días más tarde, Esther fue bautizada por el Obispo Bernardo, cambiándole el nombre por el de María en honor a la virgen que milagrosamente la salvó. El pueblo segoviano le añadió el sobrenombre "del Salto", aunque cariñosamente también se la llamó Mari-Saltos en honor a tan milagroso hecho.
Desde ese momento, la virgen de la Fuencisla pasó a ser la patrona de la ciudad de Segovia, y en el lugar donde se produjo en milagro, se levantó entre los años 1598 y 1613 un santuario que aún hoy sigue en pie en honor de la Virgen.
La virgen preside hoy día la plaza del Azoguejo desde una hornacina situada en el acueducto.